27 agosto 2019

AS BAJO LA MESA


Cuatro hombres en la partida, mi cabeza en juego y yo sabía que al menos dos de ellos tenían buenas cartas. 10-J-Q-K-4 es lo que la baraja de Marie me dio esta vez. 

Inadvertidamente hice el intercambio. Sin haberlo visto antes sabía dónde estaría situado, porque mi pequeña puso el As ganador bajo mi lado de la mesa. 

La semana pasada casi pierdo mis piernas a manos de los matones del Viejo Schmith.  Si ganaba la ronda podría pagar la deuda y llevar a Marie a las Bahamas, como siempre ha soñado.

El grandote de la gorra azul, el único del grupo que no conocía, me miraba insistentemente. Un tipo duro. Dicen que dejó ciego a su asistente con un cuchillo al rojo vivo cuando intentó robarle el mes pasado. Me aterraba pensar lo que podría hacerme si se enteraba del As de Marie y el reparto trucado, pero ella insistió en invitarlo porque necesitábamos el dinero y a él le sobraba. 

Los otros tipos eran inofensivos, los conozco de antes, estúpidos niños ricos del Boulevard, que sólo buscan la manera de desperdiciar su dinero y sus vidas.

Sonaron los Stones en la radio y entre la progresión de la percusión y el riff de la guitarra pude oler la libertad, entonces aposté mis restos y con la mirada penetrante del de la gorra azul, esperé. Todos copiaron mi apuesta y mi pulso se aceleró aunque mi cara continuaba inexpresiva, como debe ser cuando se es el líder en fichas y se trata de un juego definitivo.

Ahora que estoy desangrándome como un cerdo me doy cuenta de mi estupidez. Yo que pensaba llevar a Marie a conocer el hermoso mar de las Bahamas. Mi pequeña Marie, quien insistió en invitar al de la gorra y que sabe perfectamente que ninguna baraja tiene dos ases de picas.

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