Cuando descargó las fotos de la fiesta, Ana vio que algunas eran bastante extrañas e inquietantes. Por
ejemplo en la foto de “Lucky” el gato de Milagros la vecina, que debería mostrar
un minino grácil y elegante sobre una silla turca, aparecía una forma peluda y
retorcida sobre un fondo rojo. Igual pasó con la fotografía del primo
Javier, cuyo rostro casi no se le reconocía, observándose en cambio un manchón de
un tono similar al terracota; también la imagen de la abuela Ximena estaba circundada por
una neblina densa y oscura.
Pasaron
casi seis meses y luego de una meditación profunda y largas disertaciones con
las personas de mayor confianza, Ana llegó a la conclusión de que su cámara captura futuros
sucesos vitales de carácter violento. Y es que tres días después de la fiesta,
“Lucky” fue atropellado por una tractomula que pasaba por la circunvalación a gran
velocidad; pasados dos meses, el amante del primo Javier –bastante trastornado- al saber que no iba a abandonar a su
familia, decidió realizarle múltiples cortes en el rostro con una cuchilla
Gillette; el primo sobrevivió al ataque, pero su vida cambió para siempre. Al iniciar las vacaciones de mitad de año, la querida abuela Ximena falleció en su propia cama;
el atacante le puso una almohada sobre el rostro mientras dormía, para así
llevarse los objetos de valor del apartamento sin despertar a los vecinos.
Ayer encontré a Ana en un evento literario, nos contó la historia y agregó que a ningún otro invitado en esa fiesta de navidad le pasó nada fuera de lo común,
"Pero es que todos los demás salieron perfectamente en las fotos",
asegura, -anegados sus ojos y conteniendo el aliento-.
Luego de las actividades de rutina, los literatos nos pidieron tomar retratos de los asistentes para realizar un
ejercicio. Me gustaría mucho ver las fotos que tomó Ana, quien guardó el
aparato durante muchos meses y decidió utilizarlo de nuevo ese día.