24 enero 2019

LA FLOR EN EL FANGO


La chica se acercó a la barra vertical, justo en frente de mi campo visual, y comenzó a bailar insinuante y cadenciosa. Era mucho más bonita que la anterior. La miré moverse con sus juveniles formas mientras el idiota que me llevó a esa pocilga me contaba no sé qué penas. Yo sólo miraba la chica, que a su vez me miraba entre salto, roce y contoneo… Un billete de alta denominación en la mano, un cruce de palabras, y lo próximo que recuerdo es su mano en mi brazo, tratando de mantener una sobria línea recta. ¿Cuánto habré bebido?

-Voy guiado por una bella flor que encontré en el fango- dije riéndome, no muy seguro de haber dicho algo. La chica me miró. Algo brillaba en sus ojos, pero puedo asegurar que no era el licor. No dijo nada, acrecentando la sensación de irrealidad que me invadía.

Una vez en su apartamento me di cuenta que no era un lugar desagradable, incluso se percibían tenues rasgos de buen gusto en el mobiliario y la decoración, bastante sencilla pero de buen ver. Un par de cuadros de un artista que no reconozco, haciendo juego con los muebles y la iluminación; generalmente no me fijo en estas cosas, pero llamó mi atención la diferencia monumental entre el estilo de esa chica y las otras de su clase que he conocido.

Un vaso con un líquido ambarino llegó a mi mano desde la suya, tan blanca y pequeña, la muchacha sonreía mientras desabrochaba mi pantalón diestramente. No identifiqué el licor que estaba bebiendo y traté de preguntarle sobre éste –Que vacié casi por completo en el primer trago- pero de mi boca no salió sonido alguno. El vaso cayó al suelo, lo sé por el sonido de cristales que escuché por encima de la música, porque ni las manos lograba sentirlas.

Justo en ese momento, como si el sonido del cristal haciéndose pedazos fuese la señal esperada, la chica abandonó la actividad emprendida a mis pies, y levantó su mirada hacia mí, tan bella, tan feroz, tan inquietante. Me empujó recostándome sobre el sofá y puso una almohada bajo mi cabeza.

Inició una sonrisa dulce, que fue modificándose poco a poco en la medida en que su mano izquierda buscaba afanosamente algo bajo el sofá donde me encontraba inmóvil. -¡A que puedo asustarte un poco! -Dijo en un rictus casi demencial, mostrándome un afilado cuchillo. Nunca antes la vi más bella.

3 corrientazos:

CANTANDO dijo...

Qué historia tan demencial... apuesto que en mi vagina podríamos vibrar con metáforas sin igual.

ESTOY RENOVADA, SOY HIMENCOMPLACIENTE...

Ale dijo...

Espero que ese comentario signifique que te gustó el relato, y que volverás a escribir en tu blog :) un abrazote y gracias por leerlo y comentarlo.

CANTANDO dijo...

Sí, efectivamente el relato me parece muy interesante. ahora son yo quien te invita y pontte unas bragas y escribe en mi vagina complaciente que grita por metáforas porque tiene nuevas cosas.

Soy HimenComplaciente.

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