11 marzo 2019

LA BOCA

Nos fuimos un día a hacer un recorrido turístico por Buenos Aires en un bus en el que podíamos bajarnos en diferentes puntos de interés. Mi esposo quiso tomar fotos en el Estadio del Boca –muy a mi pesar- porque la verdad no le veía la gracia. Íbamos con la advertencia de mi amigo David de que en ese barrio teníamos que ir con cuidado, así que probablemente yo iba prevenida y Manuel con su cámara, tomando fotos como si nada. Cuando estábamos en la parada esperando el siguiente bus, -era un paradero de otros buses municipales, entonces había mucha gente esperando, no sólo los del tour- nos abordó un señor de unos 60 años, tenía los ojos más azules que he visto, unos dientes con manchas cafés y estaba fumando. Comenzó a hablarnos en inglés sobre algo que yo no le alcancé a entender, hablaba muy rápido y con acento. Luego en español comenzó a repetir lo que venía diciendo, algo sobre George Lucas y su genialidad, totalmente descontextualizado y teniendo en cuenta que era un desconocido y nos hablaba con familiaridad, como si estuviéramos en medio de una conversación, a ambos nos pareció curioso, pero llegó un momento en el que yo comencé a sentirme rara, no sé si era la avalancha de palabras, la invasión del señor a mi espacio, la prevención que llevaba de estar en ese lugar –con cámara por fuera del bolso incluida- o si realmente pasaba algo extraño, de pronto todo comenzó perder peso, me sentí mareada, como hipnotizada, como que me iba… Y me fui casi corriendo al otro lado del paradero, dejé al señor hablando solo y Manuel se fue detrás a preguntarme qué me pasaba. Por supuesto le pareció extraña mi actitud y se asombró un poco por mi nerviosismo, el cual sentí un rato más. No sé adónde se fue el señor, creo que se subió a uno de los buses que pararon en ese lapso, pero fue bastante extraño porque de los dos yo suelo ser la confiada y la que disfruta hablando con extraños y locos.

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