"No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele.
Pequeña muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace."
Pequeña muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace."
EDUARDO GALEANO
La noche de su muerte fuimos a
cenar. Se veía más frágil en persona, pero estaba radiante. El postre finalizó
y ella sugirió seguir la velada. Llevarla a mi habitación secreta me pareció
buena idea, pero al llegar no supe cómo actuar, Ariana iba muy de prisa. Yo
desconozco el protocolo y me dejé hacer, pero no me sentía conectado con la
situación. Con cualquier excusa me la quité de encima y me encerré en el baño
para aclarar las ideas, humedecí mi rostro y caminé sobre las baldosas
intentando encontrar una salida, pero no se me ocurría nada. Entonces los
escuché.
Salí del baño y la encontré
frente al espejo, con el aspecto desolado que siempre tenía en
el vídeo chat. Miré su reflejo y sentí fastidio. Era una extraña
en medio de mi territorio de placer, una intrusa con cara de tragedia. Los
gemidos al otro lado de la pared se escuchaban más fuerte, y al fastidio se
sumó un apetito conocido. Desconecté la cabeza y la llevé a la cama,
concentrado sólo en la pareja vecina y en mí mismo. En medio del frenesí Ariana
comenzó a hacer unos ruidos extraños. Era lo más horrible que había escuchado
en la vida, no se parecía al delicado gemir que le conocía online, y estaba
quitándome la inspiración. Puse un brazo sobre su cuello, descargándole
mi peso para poder callarla y escuchar mejor los gemidos del otro cuarto, cerré
los ojos hasta acercarme de nuevo al éxtasis, sin dejar de embestirla. Ya
no oía los horribles sonidos de Ariana, pero pasado un momento escuché la
tráquea romperse.
— ¡Entonces confiesa haber
asesinado a Ariana Contreras!
—No soy el hombre más normal del
mundo, ¡pero no quise matarla! Como le dije, una mala estrella, un apetito
curioso y un mal polvo, pero soy inocente.
El abogado sabía que tendría que
bailar con el diablo. Estaba orgulloso de conocer la ley y torcerla lo
suficiente para ganar, y mi declaración le orquestó un buen baile. Consiguió
expertos que hablaron a mi favor y transformaron mi pequeña perversión en una
inhabilidad mental, dejándome internado en una institución psiquiátrica de baja
seguridad. Salí en año y medio al pasar las pruebas psicológicas. Fue su caso
estrella, pero nunca quiso hablar sobre él a la prensa. Ariana sigue muerta y
me imagino que se quedó en su cabeza sólo un par de semanas luego del juicio,
pero él debe saber que va a volver como siempre vuelven las culpas, agarrándolo
por el cogote cuando menos se lo espera. ¿Abogado escrupuloso? ¡Peor para él!
Mis habilidades sociales
mejoraron, la terapia me ayudó. Hoy estoy en el nuevo cuarto de placer,
un lugar discreto y acondicionado de manera diferente de aquel donde murió
Ariana, las paredes son gruesas porque ya no necesito gemidos ajenos. Las
mujeres que conozco en el sitio especial de la web tienen sus propios apetitos,
y casi siempre las puedo atar a la cama sin problema; he aprendido algunas
técnicas que las acerca más su propio placer, que las acerca más a mí. Siempre
les cuento la historia del juicio, les explico por qué la inocencia es algo
relativo, que se lleva por dentro y se debe sentir profundamente. Al principio
se figuran que es una broma y me miran entonando los ojos como esperando una
risa o una seña, pero entonces añado algo a la historia, me hace sentir
ingenioso y a ellas las saca de dudas.
Tatiana, mi nueva amiga, deja el
abrigo en el perchero y mira alrededor moviéndose con estudiada sensualidad. Es
una chica traviesa, hemos salido un par de semanas y sus apetitos son
incomparables. Pongo una copa en su mano mientras con la otra acaricio su
cabello. Las cuerdas de algodón están ya dispuestas sobre la cama, hoy no
utilizaremos otros accesorios. La dirijo despacio, bajándole el cierre del
vestido encontrándola desnuda bajo él. Chica mala, muy mala. Se deja hacer
fácilmente, y cuando está firmemente atada a los postes de la cama continúo la
historia que comencé a contarle un par de días antes.
— Lo que no le dije al abogado es
que el sonido del cuello rompiéndose bajo mi brazo fue simultáneo al orgasmo.
Esa sensación desconocida de poseer a otra persona se transformó en el placer
extremo de saberme dueño de su vida, tan frágil y blanda a mi voluntad, bajo la
desnudez de mis manos.
Al finalizar la confidencia mis
invitadas se asustan, ninguna ha tenido una reacción diferente, como si
siguieran un guion, y Tatiana lo sigue al dedillo. Abre los ojos y la boca con
silencioso asombro, a continuación grita intuyendo el final. Yo sólo ajusto sus
cuerdas y me concentro en el placer; en el momento preciso, cuando los gritos
se vuelven insoportables, le planto mi brazo en el cuello acallándola, y con un
crujido regresa la sensación maravillosa que descubrí con Ariana.
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